La música hecha para disfrutarla en el VII Festival Achamán.

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Este puede ser el resumen o eslogan de lo vivido en la noche del sábado en el Teatro Leal de La Laguna: “La música hecha para disfrutarla en el VII Festival Achamán.”. Pero para llegar a esto debemos ponerles en contexto de lo ocurrido.

La cita era la VII Edición, donde Achamán lleva citando a su público en todos estos años y que para ellos se ha convertido en uno de los proyectos marcados en el calendario, cada año. Dentro de las actividades de que forman parte de este festival hay que destacar la entrega del Galardón Achamán, que este recayó en el Orfeón La Paz, institución lagunera que cumple su centenario.

Y así comenzó el festival, con Zenaido Hernández de maestro de ceremonias, dando inicio al mismo. Durante este inicio, el coro del Orfeón, comenzó a situarse en el escenario donde ofreció al público asistente varias obras, acompañados al piano por la maestría y juventud de Alba Martín Carracedo. Es impresionante con que “poquito” se puedo poner un teatro en pie, articulo por voces y piano. Es verdad que jugaban en casa, pero también es verdad, que el trabajo exquisito y minucioso de la dirección musical.

Todo continuaba en su ritmo habitual, y aparece en el escenario, otra artista canaria, joven y sobretodo muy talentosa. Yanira Martín y su Arpa se han consolidado en el panorama musical canario.

Desde las primeras notas, te embauca con la sonoridad de su instrumento y te permite poder cerrar los ojos y disfrutar de la música plenamente. Repertorio buscado para la ocasión y con un recorrido desde una Isa hasta un viaje por las bandas sonoras por todos conocidos.

Escueta es palabras, porque tampoco las necesitaba, y aprovechando al máximo su tiempo para expresar con su Arpa, un instrumento de dificultad extrema, la habilidad extraordinaria que posee, que ha conseguido con infinitas horas de ensayos y trabajo constante. A ver si algún día se viene a nuestro programa y la conocemos un poco mejor.

Todo el festival tiene un hilo común, todos los invitados participarían juntos en momentos del mismo. Yanira invitó a un componente de Achamán, a tocar el timple con ella interpretando “nube de hielo” y que hizo ponerse colorado cuando lo presentó.

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Y seguidamente, apareció Achamán. Con una puesta en escena muy cuidada en el escenario. Son muchos, pero tienen las distancias bien definidas en el escenario. Estando sentado en el patio de butacas te fijas e imaginamos que no es casualidad, que el grupo se sustenta en un triángulo equilátero imaginario donde en la parte superior del mismo situamos a Cándido Santana, presidente del grupo. En la parte inferior derecha, se asienta Ignacio Borrego (subdirector) y Víctor Vera (Bajista). Y justo en frente, cerrando esta figura geométrica Héctor González (director) y de pie Ángel Medina.

Y las aristas, la conforman todo el grupo armonizado en voces donde todos y cada uno de ellos, forman una conjunción perfecta para sonar como suena.

Y hablando de sonar, Achamán suena a Héctor González, como si de una fragancia se tratase, pero musicalmente. Es un sello característico que le acompaña durante toda su trayectoria pero que con Achamán ha conseguido amoldarlo a su manera y sobre todo, el grupo ha sabido adaptarse a las exigencias del maestro.

La actuación giró por un recorrido por nuestro archipiélago donde las presentaciones se iban alternando cada dos temas, en los diferentes componentes del grupo. Dando dinamismo al festival y sobre todo cambiando la atención del público que llenaba el teatro.

Imaginamos que el desarrollo de los temas estaba enfocado en ir poco a poco subiendo la escala de intensidad para terminar en todo lo alto, cuando aparecieron los solistas invitados. Supongo que Héctor todo eso lo tiene calculado al milímetro.

Madre mía “los solistas”, que talento, que barbaridad, que soltura a la hora de interpretar. Javier Hernández y Candelaria González.

Cada uno con sello, desde el inicio, hicieron vibrar al teatro. Y para cerrar, que será lo único que hablemos sobre los temas musicales que se interpretaron anoche, unas malagueñas, dedicadas a todas nuestras madres, presentadas por Ángel Medina, con un nudo en la garganta, que fueron el preludio a las lágrimas de emoción que muchos de los asistentes no pudieron evitar soltar, mientras cantaban Javi y Cande.

Una noche redonda, junto a la entrega y agradecimientos habituales en este tipo de actos, que se cerró con una sorpresa totalmente inesperada que quisieron hacer los compañeros de Achamán a la figura de Ignacio Borrego (Nacho) reconociendo el trabajo, humildad, sacrificio de este músico pegado a su requinto.  En la voz del jefe, quien destacó que Nacho es tan importante o más que él.

Aprovechamos, a quien siempre ha sido reacio a venirse al programa, por muchas veces falta de tiempo, volvemos a invitar al maestro Héctor González, que aunque diga que no, tiene muchas cosas que contar y queremos compartir un ratito con él.

Y así concluyó la VII edición del festival Achamán, y queremos cerrar este recorrido con unas palabras de Ignacio Borrego que mencionó cuando presentó los temas que le tocaba hacerlo.

“Quien sepa de música de los asistentes en el teatro, sabrán valorar y entender el trabajo y la maestría de Héctor González a la hora de arreglar, armonizar y componer…Y el que no sepa de música, Disfrute.”

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