Abraham Luthier “Aquí, o las cosas se hacen bien, o no se hacen”

Desde hace un tiempo, conocemos al amigo Abraham luthier, y ya se le veía con ideas de crear algo grande. En sus inicios en un pequeño garaje en Los Andenes hasta la actualidad con unas instalaciones acordes al nivel del proyecto que quiere alcanzar.

Desde hace un tiempo, conocemos al amigo Abraham luthier, y ya se le veía con ideas de crear algo grande. En sus inicios en un pequeño garaje en Los Andenes hasta la actualidad con unas instalaciones acordes al nivel del proyecto que quiere alcanzar. En ese espacio temporal y con diferentes avatares del destino vividos, llega a la actualidad con un con las ideas y claras y sobre todo con las ideas fijadas en alcanzar las metas propuestas.

Y hace unos meses nos llega la noticia de que Abraham estaba preparando algo novedoso. A parte del día a día de su taller y tienda (lo pueden encontrar todo pinchando el enlace https://www.facebook.com/reparacionesdeinstrumentosabrahamluthier) tenía la idea de hacer un taller de construir tu propio Timple. En su cabeza no para de resonar el “run run” que decía “yo no quiero que se pierda esto, y que por mi parte no quede esfuerzo de intentar acercarlo al mayor número de personas”. Y cuando uno se adentra en las profundidades del personaje, conocemos que él viene de familia de Luthier, desde el “guardia de Acentejo” que era su abuelo. Pero hubo un salto generacional que casi hace perder esa tradición y que Abraham volvió a retomar casi por casualidad, al recibir varias peticiones como “mira ver que tú eres medio amañado y me puedes arreglar esto”.

Volviendo al “run run”, cada día que pasaba la cosa se iba complicando. Porque lo que quería era habilitar un espacio para que cualquier persona pudiera participar, sin tener NI IDEA sobre luthería o simplemente de contar “dos tablas”. Los días fueron pasando y sin querer y empujado por diferentes “escuchadores” que tiene salió adelante el primer proyecto. Dos cartelitos en Facebook, como si tal cosa, y en una tarde ya tenía lleno el cupo. Pero no quedó ahí, es probable que ese día se llenó todo el cupo de este año completo. Una aceptación brutal por parte del público, en parte conocido, pero muchos otros jamás habían tenido relación alguna con Abraham.

Y la cosa fue caminando a lo largo de las últimas dos semanas, con una idea y un programa establecido para desarrollar la actividad. Diseño, medidas, corte, doblado… toda una serie de acciones prefijadas para que se pudiera llegar a buen puerto. Y de repente, aparecen por la puerta un sexteto de alumnos, que superan todas las expectativas y proyectos creados. Actitud y pasión desbordantes que hace que el equipo de Abraham se replantee la configuración del proyecto. Para entendernos, la idea era tener una serie de elementos prediseñados y cortados para avanzar y los alumnos llegaron y le dijeron a Abraham “que prisa tienes, explica eso y lo hacemos nosotros…” y claro, al darse esta circunstancia salió a relucir un refrán popular que dice “el niño que llora y la madre que lo funcha”…

Y con todo eso, el pasado Domingo se clausuró la primera edición del taller. Donde tuvimos la suerte de acudir, por invitación del jefe. Al llegar al taller lo primero que me llamó la atención era la soltura que tenían todos los participantes. Se movían por el taller, sin ningún problema. Cada uno de ellos perfilando los últimos detalles del camellito que habían hecho.

¡Y vaya con los camellitos! Toda una sorpresa, cada uno con diseño propio, con maderas distintas. Pensábamos que el taller sería el mismo timple para todos y desde ahí partirían. Pero no, según palabras de precursor del proyecto, “las cosas se hacen bien, o no se hacen”. Seguimos adentrándonos en el taller y vemos que cada alumno tiene su propio delantal serigrafiado con su nombre y un neceser donde disponía de todo lo necesario para el trabajo y cuando pregunté la contesta no se imaginan cual fue. Sí, esa misma que piensan, “aquí las cosas se hacen bien, o no se hacen”

Otro de los detalles a destacar fue la elección del diseño. Decía Abraham en la clausura, que la manera más justa de que los alumnos sintieran como suyo, aún más si cabe, el trabajo hecho, era que también lo diseñaran. Para que tuviese su sello desde el principio hasta el final. Y así fue, cada uno le imprimió su estilo personal al mismo.

Y para rematar la jornada llegó Pedro Izquierdo, profesor de Timple del conservatorio profesional de Música de Tenerife, para impartir una charla sobre la historia del Timple. Pedro y el timple  son un matrimonio obsesivo-compulsivo. Nunca encuentra la manera de quedarse satisfecho. Y no se cansa de investigar y trabajar con y para el instrumento. Durante la charla confesó que quiere ser “arqueólogo del timple” con la intención de datar el instrumento “sano” más antiguo que exista. Y en ello anda metido entre otras vicisitudes.

Y para terminar, lo más bonito de todo es el ambiente creado en el curso entre personas que no se conocían de nada. Y eso lo pude palpar bien, mientras merodeaba y ponía la oreja por el taller. Una idea y una propuesta, que al principio sólo sonaba en la cabeza de Abraham, pero que pronto sonará en muchas casas, cada una de ellas, con su timple.

Y como colofón, el curso contó con un “picoteo” (allí había comida para una guagua de turismo y éramos 10). Y al preguntar a que se debía, se podrán imaginar la respuesta no, “aquí las cosas se hacen bien, o no se hacen”. Ya no les resultará tan raro el titular de esta crónica.

Felicidades a Abraham y todo su equipo por la idea y enhorabuena a los alumnos por su trabajo y su capacidad de aprendizaje. Como bien les dijo Pedro Izquierdo, pueden estar orgullosos de tener un timple hecho por ustedes, y encima un buen timple.

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